martes, 11 de febrero de 2020

Hacerse/ Deshacerse/ Desarmarse



Hacerse/ Deshacerse/ Desarmarse
Ayer en el colectivo de varones nos llevamos una tarea para hacer: Preguntarnos y traer mas o menos esbozada qué creemos que es la masculinidad, o las masculinidades en plural o que es ser hombre/varón, o también qué hacerse hombre/varón. Nuestra reunión terminó en un círculo mirando dibujos de pijas que había hecho uno de nosotres. Allí nos acordábamos en ese momento de la vida donde nos la pasamos dibujando pijas o encontrándolas por todas partes. La pija parada la pija con huevos y dos pelos una pija que parece más a una planta carnosa o una pija que se parece a una concha con dos huevos. Y después alguien había estado dibujando una guarda con diferentes formas que acompañaban a un óvalo entrecortado en la libreta A3 y comenzamos a evaluar si esos firuletes no parecían pijas, flácidas, pero pijas al fin. Yo comenté que me parecía que estaba totalmente sobrevalorada la pija, que estaba totalmente sobrevalorado cojer y que cojer, en el término más llano y simple en nuestra cultura, aún hoy con todos los doctorados de deconstrucción, sigue siendo ponerla. Y yo con todos los doctorados que me gané en deconstrucción, de marika, ya no de la primera ola, pero sí una marika de la ola anterior al matrimonio igualitario, me di cuenta que sigo viviendo como si ponerla o sacarla, fuera de todos los pasatiempos el que más puntos me suma. Yo también por más marika pasiva que sea, sigo en estado de rehabilitación machista. Yo también por más que me cobije bajo el paraguas de todas las invisibilizaciones, discriminaciones y ninguneos, sigo siendo tan machista, homocentrista y superficial como todo el arco de cis varones heterosexuales con los que suelo compartir las pajas en el GyM, en la pileta o en mi casa, y obvio en el colectivo de varones. Me doy cuenta que todo el morbo que le causa el culo de una marika a un heterosexual, casado, tapado, con hijos , con cuenta corriente, empresario, psicólogo, tachero, cartonero y conductor de uber, es la posibilidad de hacer un culo. Y que nadie le gane de mano de hacérselos a ellos. Muchas veces en los sitios de levante la primera aclaración es yo te lo rompo, pero no me dejo que me lo rompan. En la aplicación gaypolvohoy.com, leo que se busca un buen par de nalgas para enlechar y siento que me hablan a mi. Pero después que hacemos la transacción, lo único que siento es que nos sacamos las ganas de acabar, de agarrarnos las pijas y de utilizarlas como obsoletos controles remotos que no tienen más pila que para ese ejercicio que hacíamos de preadolescentes en las duchas: pajearnos. En mi oficio de cronista no sé responder con tratados psicológicos o desde la nueva ciencias de las masculinidades sobre qué es ser un hombre, un varón o una masculinidad con patas. No tengo la menor idea qué es esto. Lo único que puedo aportar es una catarata de vivencias donde yo nunca fui el varón con mayúsculas, el varón con pelota de trapo en el barrio, o con pista de autos en el living. Fui seguramente un niñe con muñeca, un niñe que añoró los vestidos de su hermana y los brazos de su viejo. Y que luego de mucho tiempo ese lugar de la pequeña masculinidad quedó grabado para toda la primera juventud para saber que este mundo no estaba hecho para nosotres, sino para los hombres de verdad. Los hombres de verdad que tienen mujeres de verdad, autos de verdad, que cojen con quienes tienen que coger, y que maltratan y abusan de los hombres que no llegan a hacerlo, es decir a las mariquitas, a las chicas machonas y a les niñes. ¿Porqué sino tanto abuso a les niñes en su propias familias e iglesias? Y a las mujeres cis heterosexuales las utilizan para eso del amor, del romanticismo, para eso de la descendencia y para eso que se llama trabajo no pago. Alguna vez escribí un manifiesto marika que decía algo así como que a las mujeres les han hablado mal de las maricas, porque nos han querido poner en el medio, como si quisiéramos robarles sus hombres. No sé dónde poner la ecuación, pero claramente me doy cuenta que ser hombre, o hacerse hombre es dejar de ser mujer, dejar de ser el maricón que se pinta en la oscuridad de una casa abandonada para salir montada y a yirar por la vida, como tantas mariquitas que luego fueron nuestras reinas las travas. Ser hombre/varón seguramente es dejar de ser menos de lo que se nos pide, de lo que se espera y de lo que nosotres creemos que es para nosotres. ¿Todo género es performático? Me pregunto y recuerdo una charla en el Bachillerato con travestis que cursaban su último año. Donde me preguntaron si yo me había sentido alguna vez mujer. Estaba por sacar el certificado número 16 de deconstrucción, y esa pregunta me llegó como un flechazo punzante. No supe qué decir, entonces mientí. Supe que no iba a decir que sí. Supe que iba a dar vueltas sin decir que sí, pero diciendo que no. Y hoy me debo sincerar y decir que sí: que en mi pequeña soledad bahiense me sentí mujer, me sentí femenina, que mis mejores orgasmos adolescentes me hicieron la mejor mujer que pude en esos años. Pero que en algún momento alguien pasó al baño sin golpear y me vio con la toalla como vestido y me la sacó y me dejó moretones en la espalda, que en algún momento mi vieja llego antes de trabajar y me vio con los labios rojos y que el silencio se apoderó de nuestra relación durante años y que todo fue silencio. Y entonces decidí dejar de ser mujer. Decidí sobrevivir en mi barrio, con mis amigos, con mis compañeritos de escuela y en la iglesia. Decidí vivir y por eso decidí dejar de ser ese proyecto de mujer que nacía en mí. Pero vuelvo a mi presente y también discuto con mis amigas cis mujeres sobre cómo me camuflo para seguir decidiendo vivir en este mundo, que parecería que está más decosntruide, pero no tanto. Entonces me dicen una vez más que no se me nota tanto (lo puto) cuando estoy en onda biker, que no se me nota cuando estoy en onda deportiste. Pero sí cuando me pongo aros de argolla y todo el equipete gay friendly. Y pienso cuántos crímenes se han cometido porque se te note maricón. Recién en este 2020 comencé a leer el libro “Los hombres del triángulo rosa”. Es el testimonio de un judío en campos de concentración nazi, acusado de homosexual. El se pregunta una y otra vez cuál es el verdadero hombre, si esos ladrones que comparten celda con él y que le preguntan porqué está ahí y al decir la palabra homosexual, lo golpean y al día siguiente lo obligan contra su voluntad a hacerles sexo oral a ambos. Pero siguen insistiendo en que gente como él no debería existir en la faz de la tierra. Ser hombre/varón pues entonces es no ser mujer, mariquita, homosexual, gay, travesti, varón trans y no ser down, no tener discapacidades. Es no estar en la posición de cogido, el que se deja, al que le entra, es en todo caso la posición contraria, pero pobre de los hombres varones que elijan a conciencia ser esos otres. Pobre de aquellos amorales sexuales (según la Policía de Inteligencia), pobre de aquellos afeminados que doblan la muñeca al hablar, pobre de aquellos que osen de mirar el bulto de los verdaderos hombres: el delito seguro será que pueden provocar una catarata de deseo. En los campos de exterminio nazi, no se dejaba a los hombres del triángulo rosa acercarse a los demás internos (judíos, testigos de jehová, gitanos, ladrones, etc) porque pensaban que podrían seducirlos y convertirlos en ellos. Ser hombre varón es no convertirse en ell*s ¡Cuánto poder nos han dado a los no hombres varones en la historia de todas las calamidades! Hacerse hombre/ varón es sacarse todo la vestimenta que pueda incitar a ser femenin*. Es sacarse y secarse las lágrimas. Es no cuidarse del resfrío, del calor, del fuego, del cigarrillo, del alcohol y de las drogas, porque están hechas para machos. Es no cuidarse y no cuidar, porque cuidar ya es de madre, de empleada doméstica o de travesti que se anima a criar hijes que pretende sean su descendencias. Y los hombres varones no somos travestis, no cuidamos ni nos cuidamos. Y después vuelvo a la aplicación donde buscamos continuamente tener encuentros sexuales, y buscamos, porque todos buscamos hombres masculinos, hombres varones que no sean amanerados y desplegamos todo el odio de género: yo no busco nenas, busco machos, busco que me saboreen los huevos y la pija como hombres. Nunca he sabido a ciencia cierta cómo es saborearlo como hombre o macho. Y si se buscan cuerpos femeneizados, que sean nenas o "bien putas", con ropa de mujer, hasta hay ofrecimientos de tangas de mi mujer “que me pone loco”. Y no puedo dejar de recordar hace muchos años atrás cuando un loquito en moto llegó a casa y me dijo que le chupe la pija. Y yo sin ganas, pero sin oponerme a tal pedido lo hice y me agarró la cabeza y me hizo atragantar con una pija en la garganta. Y le saqué las manos de mi nuca y le dije que no. Y él me contestó que yo era el puto y la tenía que chupar. Pude sacarlo de mi casa, desde el fondo del pasillo porque temía aún más un escándalo en el edificio, que su propia reputación ante mí. Y no paro de pensar en qué significado tendrá tan universal el tener un pene en la boca en la historia. En "Los hombres del triángulo rosa" significaba el único lugar, en la escala de lo denigrante:lo denigrante de lo denigrante, y la consecuencia: trabajo forzados y el asesinato. Entonces también no puedo dejar de pensar que en nombre del hombre varón se mata, se viola y se conquistan territorios, mundos, mujeres y mercados. El hombre varón también se hace en medida de lo que tiene: una poronga, una billetera y sentimientos atorados en el cierre del pantalón. Hacerse hombre varón es también llegar a una edad adulta. El adultocentrismo es otra manera de ser hombre varón. Tengo cuarenta años, una tarjeta de débito y una casa. Eso es un carnet de pertenecer. Nadie me cuestiona que hago con ese dinero, en mi casa y en mi vida, me gané el carnet de masculinidad al palo. Por eso me pregunto y les pregunto: ¿Qué tan cómodos nos sentimos con lo que somos y tenemos? ¿Qué tanto nos seguimos midiendo hoy? El grado de deconstrucción, la cantidad de polvos, la cantidad de me gusta, la cantidad de. Y cuánto de todo eso es verdadero. Y después que tan en cuenta tenemos a los que tenemos cerca ¿Cuentan para nuestra vida? ¿Importa su felicidad, bienestar y buena vida para nuestra felicidad? O ¿Sólo están de adorno para nuevamente en nombre de la deconstrucción y el autocuidado, ser de nuevo el centro nosotres una vez más?

jueves, 27 de junio de 2019

esa verdad insoslayable, la memoria



A veces parece que se trata de una acción que podemos hacer solo quienes tenemos tiempo para hacerla; a veces parece desencajada de lo urgente: es necesario la comida y el abrigo; también parece que fuera una condición la reflexión para hacerla o para transitarla pero la memoria no se hace desde el escritorio, aunque a veces sea necesario que alguien esté pensando. La memoria no se produce desde un mero acto intelectual: recuerdo a personas y hechos, investigo, busco fuentes y relato hechos. Y parecería que la memoria tampoco es una acción perecedera, no la necesitamos para vivir día a día, no es el aire que necesitamos para vivir y para que nuestros órganos continúen su actividad.
Pero yo creo que sí es una actividad esencial de toda existencia. Por más que el hecho reflexivo para les seres humanes sea la actividad que nos diferencia de los demás seres vivos, tantas veces usada para la matanza de almas e ideas, nuestra vida sin memoria es casi como una vida sin agua. La memoria no llega en forma de paper, llega en varios lenguajes, formas y de diferentes tonalidades. Qué sería la vida sin la memoria de los besos, qué sería sin la memoria de resistencia en nuestras cuerpas en medio de todas las soledades. La memoria no es solo un acto, es una percepción, es una verdad que se sabe antes de reconocerla en el ámbito de las ideas.
¿Cómo es posible que todo esto pueda sucederme a mi solita? Claro, no me pasó a mí solita, nos ha pasado y sigue sucediendo a muches. Y eso lo vamos sabiendo a media que vamos saliendo de nuestro huevo roto de la infancia, digo roto porque algún animal lo pisó y zafamos como pudimos, o por el simple hecho de haber salido del huevo de nuestra pequeña existencia.
Y así gateamos, y así jugamos y así vamos tejiendo relaciones con otres seres parecidos según cada época de nuestra vida. Y cada vez tenemos menos memoria del pasado más lejano, y ocurre que a veces nos olvidamos de todo. O como nos suele pasar de tener recuerdo dispares con  parientes de nuestro círculo familiar.
Me repito cada día que nada es casual, que cada decisión: grande, pequeña y la más simple es una posibilidad de entrelazamiento en el medio de la parte del cosmos que nos toca habitar. Somos seres resonantes, resonamos con aromas, texturas.  Por eso vuelvo a repetir que la memoria no es solo un acto o una acción que nos permite vivir el día a día. No solo tiene que ver con la conciencia de esa acción, que claro que es política y sí o sí visible, o no será. Pero te pregunto: ¿Cuándo supiste que no formabas parte de la normalidad? ¿Cuándo fue que caíste en esa idea de estar por fuera de una norma? ¿Sobre qué ideas comenzaste a construir tu verdad, tu identidad y tu historia? ¿Qué personajes de tu entorno o de lo público te sirvieron para armarte y también para desarmarte?
Yo creo también que aquelles que vivimos mucho tiempo en una especie de limbo, de oscuridad por mucho tiempo. Ninguneades por nuestra propia percepción de la vida, luego por un afuera un poco difuso, pero bien contundente, hoy somos posibilidad de luz, de alumbramiento de vida. Y no porque tenga la noción de evolución, aquelles que hemos estado en los peores lugares, no quiere decir que no volvamos a ellos, pero hemos visto de frente nuestros propios demonios, y cuando lleguen nuestras diosas del deseo tenemos toda la oportunidad de no dejarlas ir antes de que no den la poción de todas las libertades.
Esa verdad insoslayable, esa verdad que nace de tu corazón, la que te dice algo que en principio no tiene palabras, eso es parte de la memoria. No hay una sola manera de hacerla, de pensarla o recrearla, la memoria son todas esas cicatrices de todas aquellas almas que nos antecedieron hace miles de años, cientos o unas cinco décadas atrás; y de las personas con quienes cruzamos nuestras miradas ahora mismo, con quienes compartimos deseos, activismos, flujos y besos.

lunes, 24 de junio de 2019

cuál es tu revuelta


Como si fuera un destino inexorable perderse en las palabras ante la hoja en blanco
como si fuera un conjuro al cual llegar para abrir las puertas del nirvana 
como si fuera la piedra preciosa a obtener, 
como si fuera la respiración misma para despertar el tercer ojo

la escritura me hace acordar al juego de niñes cuando la excitación se vivía haciendo y siendo a la vez todos los personajes de los súper amigos, del llanero solitario, la madre, el padre o el doctor
Pienso cuando escribo que todo lo que narro es una situación universal 
que a todes nos has pasado o nos puede suceder

ya no se si soy yo quien escribe o los fantasmas de las maricas que hace más de cincuenta años piden a gritos salir de los archivos de la heteronormatividad, de las sábanas sucias de tanto mentir el orgasmo, de la ropa olorienta al maltrato asimilado que cada vez que se soñaba, se soñaba habitando el desamparo y esa expresión de no podré jamás amar a nadie

es que ya nos dimos cuenta que la heterosexualidad mata, mata lo mejor de nosotres y que ya nada puede acallar nuestro clamor de amarnos de verdad, por más que ese de verdad dure mucho menos de lo que nos dijeron que tenía que durar, porque el durar era aguantar y el aguantar era casi como aguantar el cago en un bondi de larga distancia: imposible

cuantas maricas hemos soñado con el cáncer de ano pensando que al fin y al cabo hay un destino para quienes decidimos correr el peligro de salirnos de la regla, ya ni siquiera como heroínas sino como portadoras de nuestra propia existencia

ya no aguanto más una historia de amor donde las travas las maricas o las tortas somos las amigas de las blancas y estúpidas historias de amor románticas 
es que nos hemos acostumbrado tanto a tener que acostumbrarnos a todo que ya ni siquiera sacar al gato de la presidencia nos basta para agachar la cabeza ante un papa progre que se lava las manos antes de hablar de las mujeres que abortan de los homosexuales y de tantas cosas en las cuales cree que puede opinar

nos piden mesura las blancas letras que, aunque sus puños negros de raza escriban que el contexto de acá o de allá, que primero el enemigo es tal y luego otro, que las prioridades nunca son la belleza, el arte y la libertad
que esas letras esos mandatos ya no nos cierran porque cierran toda posibilidad de volar
cómo volar con personas instituciones o ideales que persiguen llenar arcas de dinero de poder de afiliados de las paso y de suscripciones a canales en redes sociales

no me pidas que te vote que te siga que es la alternativa porque hoy en la foto la trava garpa, pero su comunidad sigue en la intemperie y vos decís aguante el trabajo sexual que cada une haga de su vida lo que quiera, mientras pedís sushi a esos pibes que bicicletean por treinta pe el viaje

como dijo muy bien la lemebel:
Porque a esta altura del partido, la izquierda tranza su culo lacio en el parlamento 
y le podríamos cambiar izquierda por otros nombres y daría la misma cuenta

Que a cincuenta años no se encuentren los registros policiales de la Revuelta de Stonewall no nos haga desaparecer la indignación como motor de querer cambiarlo todo
Yo canto oummmmmmmm pero después también quiero quemar todas las iglesias
No me invites a creer en nada que no nos haga libres no me invites a ponerme otro corset más 
invítame a bailar porque sino bailas, no me interesa tu revolución
¿Cual es tu revuelta?

jueves, 30 de mayo de 2019

polaroid



Tengo una foto polaroid hace semanas en frente de una vela ubicada en el mueble que hace de mini santuario en la sala de yoga. Llego a casa y me recibe. Despido a quienes vienen a clase en casa beba y la miro de reojo. Una amiga me preguntó quiénes eran y yo le respondí que eran mis viejos, mi hermanita y ese bebé era yo.
La foto es hermosa: tiene unas sombras que están perfectamente colocadas a la derecha y lo que proyectan son las figuras de mi viejo y la mía. Pareciera que está sacada en la hora dorada, esa hora del día cuando se despide el sol y todo parece más profundo. Los colores son como de ese filtro de insta antiguo, pero esta foto es posta antigua: va a cumplir cuarenta años.
El fondo es una pared de una casa en construcción. Yo imagino que es la pared de nuestra casa de la infancia en la calle el resero de Bahía Blanca. Abajo se notan los ladrillos naranjas. Soy de la generación de hijes donde sus padres exiliados se juntaban en barriadas y construían sus propias casas, y no de románticos sino por necesidad y deber ser. Habrán pensado en qué nos dejarían a nosotres, y seguro pensarían que nunca nos faltaría un techo, un plato de comida y ropa para ponernos, y así fue: nunca nos faltó nada de eso.
Yo aprendí a cortar el pasto, a hacerme huevos revueltos por si mi vieja trabajaba, aprendí a lavarme mi propia ropa y lavar los platos. También aprendí lo que era el pecado, pero eso fue en la iglesia y es otra historia. Aprendí lo que era ser de clase baja: saber desde pibes que nunca podríamos dejar de trabajar, que nunca íbamos a heredar propiedades y que nunca pero nunca estaríamos hechos.
Siempre renegué de ese destino, del trabajo, del esfuerzo y de la mar en coche donde parece que podés pegarte mil viajes en tu cabeza, con o sin ayuda, pero siempre tendrás que volver a convertirte en fuerza de trabajo para tomarte el vino y comerte el chori el domingo al mediodía. En casa eran las empanadas fritas picantes y el vino tinto en caja.
Amo el olor a fritura de los días grises, como en el centro no lo encuentro, agarro la bici y me voy a pedalear a algún barrio popular y veo el humito de los ranchos, y siento el olor a la torta frita, a lo que sea frito y me siento como en casa. A veces la memoria tiene olor, a veces la memoria es tan frágil que me preguntan algo de mi ciudad de nacimiento y ya no me acuerdo. A veces hay que hacerle lugar a lo nuevo y es posible que no me acuerde en las calles donde fui feliz en Bahía, pero siempre voy a recordar que no necesitábamos mandar un mensaje para caer en lo de nuestros amigues, sólo íbamos.
Vuelvo a la foto y también caigo en el vestido de mi mamá. Creo que fueron de los primeros volados que vi en mi vida. Vestido que en mi infancia usé a escondidas y que fantaseé seguramente como bailarina española.
La polaroid como memoria familiar, el vestido como memoria marica y todo junio como memoria de mi existencia.

sábado, 11 de mayo de 2019

yo me




Me llamo Cristián Oscar Jilberto Prieto Carrasco. 
Nací el 17 de junio de 1979 en un hospital de la Ciudad de Bahía Blanca. 
Soy mucho más de lo que me llamo y del sexo que dice el DNI. 
Tengo una hermana mayor y dos padres que nacieron en Chile.
De niñx me gustaba jugar con muñecas, a la mancha, al elástico 
y no me gustaba andar sin remera en verano. 

Me construí en oposición a todo lo que me obligaron ser y hacer.
Me gastaban por marica, hijx de chilenos y de obrero. 
Me gustan los flacos con buen humor, rubios, morochos, con ojos sensibles y manos tibias. 

Soy puto y feminista.

Depende con quien esté y si lo amerita digo mi orientación sexual. 
Pero como digo una cosa, creo que puedo ser otra.
Amo el gusto a las tostadas calentitas y la manteca derritiéndose en mi boca, 
y el té con leche. La pastafrola de dulce de membrillo, 
el mate con miel y los besos en el cuello.
Me gusta el guiso en invierno con vino tinto. 
No cocino para mi sólo, si somos más, mucho mejor.

Me enamoro y desenamoro con mucha facilidad. 
Me gustan los heterosensibles que no negocian con el machismo, 
también me gustan para otras cosas. 

Me gustan las marikas para la vida y las amistades que saben metamorfosearse.
Soy todo lo que soy y es probable que siga cambiando.

La identidad de mi nacimiento la sé, la identidad de mis viejos también. 
Crecí con un padre que decía que a Pinochet había que matarlo de a poco, hacerlo sufrir. 
Primero sacarle una oreja, luego la otra. Pero nunca hizo justicia por mano propia.
Marzo es un mes de lucha. Los abriles de cambio hacia el otoño y mayo el mes donde volvimos a decir Nunca Más.


Sin las travas no hay Nunca Más
Identidad maraca, zudaka, pobre y popular.




viernes, 26 de abril de 2019

Nuestro amor duró una semana (Parte dos)




Esa tarde, ese pibe y esa propuesta eran casi imposibles de olvidar. Me resonaba en la cabeza esa frase que siempre deteste: el amor no se busca, se encuentra. Y me comencé a manijear tanto que viví más que nunca el presente. Recuerdo que en esas semanas trabajaba en un ex centro clandestino de detención. El agujero profundo que se me producía justo en la boca del estómago era tan profundo, la falta de aire junto al olor de cloacas sobrepasadas y los recuerdos tan vívidos de personas detenidas, había llevado a 75 litros mi mochila diaria. Uno a veces no sabe por qué hace este tipo de cosas, si la memoria es suficiente, si es para que no vuelva a repetirse o solo lo hacemos por nosotros mismos, creyendo que sin nosotros la lucha no continua.
Pero el terrorismo de estado no tiene nada que ver con esto. Así como creo que cada momento se mide por la intensidad con la que lo vivimos, creo que este flaco que me estaba esperando en su casa, cocinando una tarta de verduras, estaba tan ansioso como yo en comer y comernos. Me pregunté en ese momento: ¿Quien le hace una tarta a un pibe en la segunda cita, donde la primera vez solo solo hubo pete y besos?
A falta de uno llevé dos vinos. La falta de práctica del romance lo equilibré con 750 ml más de cabernet. Todo es mejor con vino, eso siempre. Porque como bien mi amigo mauri me hizo recordar hace poquito: “el que a la vida vino, y no toma vino, a qué chucha vino”. Así llegué en el invierno de hace dos años a la casa del flaco. El estaba con delantal y mirando una señora tarta de zapallo, relojeando a que estuviera al dente. Yo me dediqué a abrir el vino y a buscar dos copas, que él sonriéndome me orientó a buscarlas.
Una vez acomodados -vino y tarta en el horno- brindamos y se abrió un silencio en donde sentí que estaba por cenar con un completo desconocido. A los putos nos pasa que conocemos, la mayoría de las veces, determinados extremidades y orificios antes que a la persona que ostenta de ellas. Y acá me pasó eso: podría haber estado cenando con el distribuidor de coca cola de mi ex barrio, con la doña de la casa de enfrente que sale todos los días en auto y ni siquiera nos saludamos, o con la abuela de afuera de los chinos que no se cansa de decir sentadita, con una caja llena de tarjetitas con deseos de ositos cariñosos: “me ayuda con una ayudita por favor”. Y comenzamos a preguntarnos cosas como qué se solía hacer en una primera cita; como qué haces de tu vida, el trabajo, les alumnes, las ponencias, que esto que lo otro, que los talleres de géneros y demases. Al rato sonó la alarma anunciando que la tarta estaba lista. Las porciones eran muy importantes, explotaba el zapallo anco por todos lados, la masa casera de abajo era tan dorada y deliciosa que parecía de publicidad de la salteña. El primer vino lo terminamos en menos de lo que nos habíamos contado nuestra situación actual. Había silencios claro, pero debo asumir que prefiero los silencios que esos espacios llenos de fantasías o de falsas promesas como las que vinieron luego. 
Debo confesar que no tenía muy cachado el estilo de este flaco, que había cazado por la red. No buscaba nada después de lo de nacho, que me había atrapado en su tela de araña recién estrenada, porque la guacha recién salía del clóset. En la cena con el profe de escuela secundaria me estaba dando cuenta que había conocido al prototipo nunca mejor denominado como el gato. Un gato hermoso, de esos mimosones que te van llevando desde pensar: qué lindo gatito me he encontrado, hasta terminar en su casa culo arriba preguntándole si se había puesto un forro y que te dijera: no, ahí me lo pongo. Cuac!
Me habló de lo mucho que le gustaba enseñar, de las relaciones intensas que se dan dentro de la escuela. Me mostró un video de un acto escolar donde sus alumnes cantaban y él tocaba la guitarra. Hablamos de la memoria, de los pibes y de lo lindo que sería hacer un taller en su escuela sobre género. Me estaba invitando a hacer algo juntes. Yo asentí como señal de buena onda, pero sin ponerle mucha expectativa a este dúo bien efímero.
Pero no me puedo quejar, quien estaba abierto de gambas y de corazón era yo ante un perfecto desconocido. Así una vez puesta la protección que te hace más libre en látex, pasamos una buena noche mimoseando. Pusimos el reloj a una hora más que temprana. Se levantó, hizo un café, me dio unos besos y así me fui corriendo a la vereda a subirme al remis que me esperaba para volver al ex centro de tortura, y no es una ironía de la vida cotidiana, sino posta: un ex ccd (centro clandestino de detención). 
Era de noche aún en el invierno platense, se me colaba una sonrisa viajando en el auto, y aunque sabía que me esperaba una jornada larga, la comida, el vino y los mimos habían sido suficiente para pasar dos días a agua, mate y artículos de condiciones de detenciones entre marzo de 1976 y 1983.
Los dos días entre el siguiente encuentro fueron sin desesperación, sin grandes planes ni ficciones de será mi próximo segundo novio. Ya habían pasado tantos años entre mi última relación formal, que no había apuro para ponerle nombre a esto que era: simplemente un geminiano saliendo con un gatito. Dicen que soy muy adaptable, tanto, que me sumo al carro ganador o perdedor de one. Y así la intensidad de los mensajes y propuestas de mimoseo fueron levantando temperatura. Los días de frío son siempre una oportunidad para el cuchareo, el vino y chocolates entre besos.
Los encuentros se dieron día tras día. Noche de viernes, noche de sábado y el domingo me volví a casa a cucharear un toque conmigo mismo. Boludeé todo el día y a la tarde me me escribió para que volviera a su casa. Ahí ya comienza a haber un vacío en toda la historia. Ya no me acuerdo si fui o no fui. En realidad tuvo un problema con un familiar enfermo. Ahí me acordé: falleció su abuela, o al menos ese fue su reporte. Y ante la propuesta efusiva de vernos, bajó a la intensidad de lo dejamos para otro día. Era domingo, de noche, no había lugar para dobles discursos, o los amantes se unen o se dejan, no hay salvación para los titubeos, sólo hay ganas o no. Sin saberlo se había terminado el pequeño amor de gato y yo aún no me daba por enterado.
En la semana yo continué con la misma intensidad consensuada pero de la otra parte no había el mismo ímpetu. Pasó una semana, y ante la propuesta de vernos cuando pintara, un sábado soleado de junio, me escribió diciéndome que me tenía que decir algo. Yo me asusté y pensé que se había hecho un análisis de hiv y que en ese momento que él optó por los dos de no cuidarse, había una posibilidad de que yo esté en riesgo. Pero mi fantasía noventosa se cayó al minuto cuando me dice lo hermosa persona que era yo, que seguramente iba a conseguir a alguien como pareja. Que se había reencontrado con “un ex” y que habían decidido volver a apostar a la relación. Y además me proponía que seamos amigos. 
Yo siempre agradezco a la naturaleza los días de frío que ayudan y contienen a los amantes apresurados a cobijarse del frío, por los días soleados en momentos de confesiones fuertes, donde el calor es necesario para acariciar las noticias duras y de desamor. Ahí entendí que los decesos de abuelas a veces pueden contener en el fondo otro tipo de muerte. Y también que muchas veces los amantes funcionamos como piezas que ayudan a recordar otras historias, a sobrevalorarlas por sobre el presente efímero y que todo vuelve a encajar de nuevo
Las muertes de las abuelas eran nuestras excusas para pegarnos los faltazos y no llegar a las 25 faltas y quedar libres. Hoy parece que los avisos fúnebres le sirvieron al gato para determinar el final de nuestro amor de una semana.

Nuestro amor duró una semana


De tan rápido que fue necesito escribir lo que nos pasó y lo que te dejó de pasar y lo que sucede cuando todo pasa tan así, tan intenso que no da tiempo siquiera para añorar la semana pasada.
Yo venía de la sorpresa de nacho que me había gustado, y que se había ido de vacaciones y que a su vuelta se había ausentado, asustado, algún ado… y ante ese panorama no sentí que tenía que ser fiel a alguien que se había ido de casa casi con el forro puesto
Por eso entre una vez más al chat y realmente no sé cómo terminé chateando con vos. Mi nik decía fotógrafo y puse en la sala general que tenía ganas de fotografiar desnudos y quien se animaba que me mandara un mensaje privado.
Ahí charlé con Nico, el taxi boy de 22 años que me contó de todo y me dijo que quería fotografiar y nos pasamos los contactos. Después charle con un par más que se olvidaron del nik y hablamos de sexo y ganas de morfarnos, pero alguno estaba en Los Hornos y el otro muy paja no se movía de su casa.
Chateé con vos y en menos de lo que me lleva ir hasta el baño ya estábamos guasapeándonos me preguntaste que buscaba y ni me acuerdo lo que te dije pero sé una cosa que te dije que estaba soltero hacía 7 años y vos me dijiste que hacía 6, y te dije: te gané!
Hablamos de lo bueno de la soltería y lo bueno de estar en pareja. Me invitaste a tu casa que estaba a diez y cuadras y yo te retruqué que vinieras a la mía, pensando que no ibas a agarrar viaje entonces ya te estaba despachando. Además estaba sucio, me tenía que bañar, ordenar mi casa un viaje. Pero me repreguntaste si quería que vinieras y que te pasara la dirección. Te dije que sí y te pasé la dire.
Llegaste de toke, te abrí hice las preguntas de rigor: qué frío, cómo llegaste, cómo estás, querés agua. Y me quedé al lado del calefactor calienta cachetes. No querías agua, pero yo sí. Una vez más me dije, por qué estoy en esta situación, por qué con tan fresco el recuerdo de nacho, embarcarme en esta. Mientras pensaba eso miraste para la pared y me dijiste Fridha, como si alguien hubieras tenido una alucinación repentina y yo te dije: Kalho y hablamos un poco del arte, de los desamores y de la vida. Te acercaste y me comenzaste a besar, yo estaba muy nervioso, como si supiera que esa noche habría decidido dejar de ser virgen. Y me besabas muy lentamente el cuello, el pecho y yo que no paraba de temblar y se me secaba la garganta. No sabía en absoluto todo lo que iba a continuar, pero mis nervios algo me estaban diciendo.
En un momento me dije: viví el presente, déjate de joder, si en diez minutos no te cabe el pibe, decile todo bien pero no me pasa nada (hace años hablo conmigo, en voz alta y en voz baja). Y comencé como en una clase de yoga a relajar la cabeza, la espalda, las manos, las piernas, el ano y traté de dejarme llevar por la energía del momento. Creo que en un momento lo logré y estábamos trenzados, no sabía dónde tenía mis manos, no entendía cómo habías llegado atrás mío y me estaba besando el cuello y yo de repente te estaba manoteando el amigo sin más. Debo confesar que no me convencían sus besos, pero después no sé que sucedió que me cabía todo. Y no podía decirle que vayamos a la cama porque no quería interrumpir el momento y además todavía había olor a nacho, y aunque no creo en la monogamia, ni los hechizos sentía que no estaba preparado aún para llevarte a la cama. Me agache y comencé a besarte la pija y pensé hace cuanto que no hago esto, que bueno llegar acá sin pensarlo, qué hallazgo! Y en un momento me dijiste pará, y me paré y estabas como desahuciado y cuando mire para abajo estaba estallando de blancos y te dije: estabas a pleno! Sí, me dijiste, disculpá, no joya.
Me fui al baño a buscarte papel te limpiaste, y seguimos besándonos y esto se ponía aún mejor. Intentaste ayudarme con una paja, pero no quería realmente acabar como acto pajeril de un viernes a la noche, prefería la energía lechera para algún otro momento más. Fuimos a la cama y seguimos dándonos muchos besos, hasta que me dijiste que querías pasar la noche conmigo, que me invitabas a tu casa y yo te dije que me encantaba tu propuesta pero que me levantaba muy temprano al otro día, que organizáramos. Me dijiste mañana estoy solo y te invito a dormir a casa ¿Querés? Me sentí más suertudo que un niñx cantxr en la previa de un casting para un reality y te dije, por supuesto.
continuará.